Agrupamento de Escolas “Professor Carlos Teixeira” nos espera a las 9:00 horas con las puertas cerradas, ya que al igual que en España, hoy es el día del trabajador, día también festivo en Portugal. Nos montamos en el autobús rumbo a Oporto, a 70 km de Fafe. Luce el sol, lo que nos hace pensar que va a ser un día espléndido. Sobre las 10 de la mañana llegamos a la ciudad y vamos caminando hasta el Ayuntamiento donde tomamos la primera foto. Es un precioso edificio de granito con una altura de 70 m. Paseando por sus calles pasamos por el teatro y el enorme edificio de La Bolsa, ambos con una gran fachada que hace que no sea invisible a los ojos del viajero.
En Oporto hay muchas tiendas, y esto llama poderosamente la atención de nuestros alumnos, quienes ya nos habían sugerido antes si podían ir a coger algunos detalles para ellos y/o sus familias; sus deseos son órdenes. Es tal, que les dimos tiempo para que así fuera. Terminadas las pertinentes compras, continuamos por las abarrotadas calles de esta hermosa ciudad. Llegamos a la estación central de tren, conocida especialmente por sus paredes de azulejos.
Se va acercando la hora de comer, algunos niños ya empiezan a preguntar el tiempo que queda para llegar al restaurante que teníamos reservado; ya queda muy poco. Antes de llegar a él, cruzamos el puente de hierro conocido como puente de D. Luís I. Desde arriba podíamos ver los barcos que iban paseando por el río Duero y que posteriormente sería nuestro destino.
El restaurante se encontraba en Vila Nova de Gaia, situado en el paseo fluvial. Las vistas eran muy agradables e inmejorables, pues que mejor que comer teniendo el mar al fondo, simplemente un placer. La gran mayoría de niños, así como todos los maestros degustamos uno de los platos típicos de aquí, la “francesinha”. Es un sandwich gigante que lleva en su interior carne de ternera, salchichón y queso, y en su exterior una cubierta también de queso con un huevo frito encima. Además, el toque lo pone la salsa que se le echa encima, es mojo picón, lo que lo convierte en una auténtica delicia. Para rebajar la contundencia del plato, el postre fue una macedonia de frutas que nos sentó estupendamente bien.
Si ayer a las 23 horas de aquí le cantábamos cumpleaños feliz a Sergio, hoy hemos vuelto a hacerlo, sorprendiéndolo de nuevo.
Salimos del restaurante y le damos tiempo libre a los niños para pasear, comprar y escuchar los diferentes grupos que cantan al lado del río. Nos espera un paseo en barco por el Duero y no nos podemos retrasar. Es un paseo fluvial de los seis puentes por el río Duero, de aproximadamente 40 minutos, en el que podemos disfrutar las vistas de la ciudad.